Malcolm Gladwell en su libro “Fueras de serie” escribió acerca de la diferencia estadística que había entre los jugadores profesionales de hockey que habían nacido en el primer trimestre del año respecto al resto. Parece ser que los más mayores del curso escolar tendían a ser profesionales con bastante más facilidad que los que habían nacido a partir de Abril.
En edades más adultas unos años de diferencia a penas se notan. Pero en edades tempranas, como pueden ser entre los ocho y los quince años, unos cuantos meses pueden suponer una enorme diferencia física en el desarrollo de un niño. El que ha nacido en enero quizás está más desarrollado que el que nació en octubre. Luego, como destacan físicamente frente a sus oponentes/compañeros, acaban fichando por los grandes equipos en una proporción mayor.
El entorno para estos jugadores es alterado. Pasan a jugar en otra liga. Estar entre los mejores te hace mejor. Se rodean de los mejores entrenadores. De los mejores compañeros. De las mejores instalaciones. Y sobretodo, las horas de entrenamiento y los niveles de competitividad aumentan. Todo esto desencadena que un mayor número de estos chavales acaben siendo profesionales.
Algo parecido pasa con Silicon Valley. El famoso valle conocido por ser cuna de muchas de las empresas tecnológicas que hoy copan el Nasdaq también se ha caracterizado por ser un entorno ideal para que las startups tengan éxito. Que sea un entorno idílico conlleva a que muchos empresarios con ganas de triunfar acudan a esa zona para iniciar sus proyectos. También hay un mayor ratio de fondos de inversión y capital semilla dispuesto a poner dinero en todos esos proyectos. Al final es un efecto bola de nieve, que va en aumento a medida que pasan los años y también se convierte en un entorno mucho más atractivo para iniciar un proyecto empresarial de carácter tecnológico.
El estudio de la motivación y de los hábitos es algo que me gusta desde hace tiempo. Creo que es importante entender cómo funcionan estos dos elementos para conseguir los objetivos que uno se ha propuesto. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y por lo que estoy leyendo últimamente, quizás estoy sobrevalorando la motivación e infravalorando otro elemento: el entorno.
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Cambiar el entorno
Michael Faraday nació en el seno de una familia humilde. Fue a la escuela. Aprendió a leer y a escribir. Sus nociones en matemáticas, física y química eran básicas y limitadas. Durante su edad adolescente, empezó a trabajar como encuadernador. Durante siete años realizó este trabajo. Fue capaz de leer muchos libros y para entonces se dio cuenta de lo que realmente le gustaba: la ciencia.
A la edad de 20 años Faraday empezó a asistir a las conferencias del químico Humphry Davy. Al cabo de un tiempo Faraday envió un manuscrito de unas 300 páginas al propio Davy que resumía todas las charlas a las que el joven Faraday había acudido. Davy quedó impresionado y tomó nota.
Al cabo de un tiempo y debido a un experimento con tricloruro de nitrógeno, la vista de Davy quedó seriamente dañada. Decidió contratar a Faraday como su secretario. Por azares de la vida, Faraday acabó siendo asistente de química de la Royal Institution. A partir de aquí, Faraday fue tomando mayor responsabilidad dentro de la Royal Institution hasta que finalmente fue designado como director.
Por si el lector no conoce a Michael Faraday, fue el descubridor de la inducción electromagnética, el diamagnetismo y la electrólisis. En otras palabras, los motores eléctricos, los transformadores, la pantalla que estás viendo ahora mismo o el sonido que emite la televisión de tu casa. Todas estas cosas y otras muchas están relacionadas con los descubrimientos de este señor.

Aun habiendo nacido en una familia muy humilde y teniendo en cuenta lo clasista que era la sociedad británica por aquel entonces, Faraday consiguió cambiar su entorno para estudiar ciencia. Se rodeó de ciencia. Pudo experimentar y aprender a diario. Durante horas y horas. Lo normal es que Faraday hubiera acabado en un trabajo y en un entorno muy diferentes. En cuyo caso, por mucha afición que hubiera tenido a la ciencia, casi seguro que nunca hubiera logrado hacer los descubrimientos por los que hoy en día le conocemos.
En muchas ocasiones nos empeñamos en adquirir nuevos hábitos, pero quizás sería mucho más productivo cambiar hacia un entorno que promoviera los hábitos que queremos adquirir. El entorno es ese elemento invisible que determina en gran medida nuestro comportamiento.
Creemos que los hábitos vienen determinados por la motivación que tenemos en adquirirlos. Desde luego, la motivación es algo importante. Pero a largo plazo, el entorno que tengamos puede ser mucho más determinante.
En mi estancia en Japón durante más de un año, de lunes a viernes salía a correr a las 6:30 de la mañana. Algo que nunca conseguí hacer en España. La razón es que en Japón había un grupo de 40-50 japoneses que también lo hacían. La motivación que necesitaba para despertarme e ir a correr por las mañanas era menor, porque de alguna manera estaba comprometido con todos esos compañeros, que también se levantaban y también iban a correr. El entorno favorecía este hábito enormemente.
Iº Elemento del entorno: las personas
Las personas son uno de los elementos más importantes en nuestro entorno. De ahí que sea tan importante elegir bien nuestras relaciones personales. En el caso de hacer deporte, por ejemplo, a cualquier persona que no tenga el hábito interiorizado (incluso así) le va a dar pereza transcurridos unos días o una semanas de haber empezado. Si sus amistades son proclives a hacer deporte, adquirir este hábito será mucho más fácil que en el caso contrario.
Por otro lado, si los amigos que tenemos tienden a tener sobrepeso, a jugar algún partidito de fútbol cada dos meses y a salir de fiesta siempre que pueden, ser capaces de diferenciarse de ellos y hacer deporte de manera continuada será bastante más complicado. De hecho, en algún punto es casi seguro que tendremos que elegir entre nuestro estilo de vida o su amistad. Las personas son un elemento exageradamente importante porque sin darnos cuenta tendemos a copiar/mimetizar el comportamiento de aquellas que nos rodean.
Otra razón por el que las personas son un elemento muy importante de nuestro entorno es el compromiso. Como he dicho anteriormente, conseguía levantarme a las 6:00 para ir a correr porque estaba comprometido con los compañeros japoneses. Si uno hace el ejercicio de analizar sus hábitos o sus costumbres diarias, quizás pueda encontrar más situaciones de compromiso con otras personas de las que pueda imaginar. Por ello, generalmente funciona mejor asociarse con otra persona o con un grupo a la hora de marcarse un objetivo. Siempre y cuando haya un cierto grado de compromiso por parte de todos.
IIº Elemento del entorno: la situación
Nos pasamos años estudiando en el colegio inglés. Está demostrado que muchos de los alumnos que acaban el bachillerato tienen un conocimiento medio de la gramática y la comprensión lectora, pero muy reducido de comprensión auditiva y del habla. Muchas personas se apuntan a academias de inglés o a clases particulares. La mejor forma de aprender un idioma es ir al los países de origen de ese idioma. Si uno quiere mejorar el inglés, lo mejor es ir a un país angloparlante. Aunque el inglés se mejora en cualquier país que no fuera hispanohablante, porque durante los primeros meses es lo único que se habla (es lo que me pasó a mí en Japón).
Este es otro ejemplo de que cambiar el entorno afecta enormemente la mejora de nuestras capacidades. Ir a vivir a un país extranjero no es algo que cualquier persona pueda hacer (si tiene responsabilidades con su familia, por ejemplo). Pero sí que es la mejor manera de aprender un idioma. La razón es sencilla: nos sumergimos completamente en la cultura y en la lengua que queremos aprender durante la mayor parte del día. Cuando queremos ir al supermercado hay que hablar en inglés. Cuando encendemos la TV oímos inglés. Cuando conocemos alguien, casi seguro que tendremos que hablar en inglés. El entorno nos está obligando a hablar y a escuchar inglés. Por lo que en un período récord uno es capaz de mejorar sus habilidades muchísimo más que en no se cuantos años de escuela primaria e instituto.
El trabajo suele ser otro factor determinante de situación a la hora de aprender o mejorar. Cualquiera que sea la profesión de una persona, al cabo de unos años suele tener cierto grado de maestría. Es sencillo, se ha pasado horas y horas semanalmente y durante años practicando su oficio. Ya sea un fontanero, un arquitecto o un programador. Habrá mejores o peores pero al cabo de unos años sabrán mucho más que cualquier persona de a pié. Si uno quiere mejorar alguna habilidad, cambiar su entorno laboral puede favorecer en gran medida y acortar el tiempo de aprendizaje considerablemente.
¿Depende el entorno de la suerte?
Un dato curioso sobre cómo funciona nuestro cerebro respecto al entorno que tenemos y a las excusas.
- Si perdemos un partido de fútbol, muchas veces ha sido culpa del arbitraje.
- Si llegamos tarde a una cita, es porque el tráfico está horrible.
- Si suspendemos un examen, es porque el profesor se ha pasado con la dificultad de las preguntas o con la exigencia de la corrección.
- Si perdemos el trabajo, es debido a que la economía está fatal o el jefe es un ceporro.
Por otro lado:
- Si ganamos un partido es porque somos buenos y hemos jugado bien.
- Si llegamos puntuales a una cita, es porque somos exigentes con la hora y nos gusta salir con margen de tiempo.
- Si aprobamos un examen es porque somos muy listos.
- Si conseguimos un trabajo, es gracias a nuestro currículo y a nuestro talento natural para encandilar al entrevistador.
Pues no. Salvo que vivamos en Corea del Norte, la mayoría de las veces podemos elegir nuestro entorno, por lo que somos responsables de nuestro comportamiento. Tendemos a poner excusas para todo. Pero la realidad es que suele ser un problema de prioridades. Es importante recordar que el entorno influye tanto en los comportamientos que conllevan a los buenos resultados como aquellos que conllevan a los malos.
Algunos ejemplos
- Aprender inglés, alemán o chino. Ir a vivir al menos un año a Sídney, Berlin o Pekín.
- Empezar a hacer deporte. No apuntarse a un gimnasio convencional, allí no suele haber relación con ninguna otra persona, por lo que el compromiso desaparece. Es mucho mejor apuntarse a alguna actividad física que implique relacionarse con otras personas. Baile, un grupo de corredores, Crossfit, Judo… Una actividad que implique estar dentro de un grupo y comprometerse con una o varias personas.
- Bajar de peso. No comprar basura en el supermercado. Hablar con los familiares directos, pedirles ayuda en nuestro objetivo y que por lo tanto no cocinen frituras y comidas excesivamente calóricas. Contratar a un dietista/nutricionista y pedirle que sea exigente.
- Empezar a tocar un instrumento musical: es evidente que durante los primeros compases no se podrá, pero en cuanto se tenga un conocimiento mínimo sería ideal poder entrar en algún grupo amateur. De esta forma uno también se compromete a tocar una serie de horas determinadas.
- Dejar de fumar: algo extremo sería hacer un retiro de esos espirituales que se hacen en la montaña para meditar. Meditar no sé si se meditará, lo que es seguro es que no se toca un cigarro durante las dos semanas que estás allí. Algo menos extremo sería apuntarse a un grupo que también está intentando dejar de fumar. Este tipo de grupos, para dejar el alcohol u otro tipo de drogas, suelen funcionar bien porque el individuo se compromete con el resto de integrantes.
- Si el smartphone es una distracción: aléjalo o apágalo por un rato. Tan simple como efectivo.
- Libro de Malcolm Gladwell: “Fueras de serie.”
- James Clear: “Motivation is Overvalued. Environment Often Matters More.” [/box]
Acerca del autor
Mi nombre es Silvia Guijarro.
Soy editora jefe en Autorizado Red. Me encanta escribir textos, especialmente si son sobre economía y finanzas.
Curso estudios de Economía y Finanzas por la Universidad de Deusto.