Tal vez yo esté loco y vea relaciones entre las cosas donde no las hay. Pero el otro día, hablando con una buena amiga y un buen amigo, llegamos a interesantes conclusiones. Aunque a lo mejor pienses que son una locura. En cualquier caso, es posible que yo sea un zoquete. Pero tengo la suerte de conocer personas muy especiales.
Estábamos cenando en un buen chino, no uno de estos de barrio en los que después necesitas tomar andiarréico. No. Es uno de estos sitios en los que es verdaderamente difícil conseguir una mesa. Habíamos coincidido en que el arroz tres delicias era francamente malo. Cuando la camarera vino mi amiga la miró fijamente y le dijo “El arroz estaba muy malo”.
La camarera sonrió y le dijo “¡Aaaah glacias!”. Viendo mi amiga que la reacción no era la de esperar, insistió “no, no, no me ha entendido: el arroz era muy malo. No nos ha gustado”. Su expresión cambió y parecía genuinamente triste. Yo me sentí mal por ella y dije “¡Bueno! a mi sí me ha gustado!”. Mi amiga me miró con cara de infinita desaprobación. La camarera no dijo nada mientras acababa de recoger los platos con gesto de desaliento.
Días después conversaba con la misma amiga y un amigo sobre el deseo, el amor, y el enamoramiento. Se puede desear a alguien, decíamos, sexualmente, sin preocuparte de su bienestar. Quizás el enamoramiento es ese estado en el que que haces cosas como tapar con una manta a la otra persona, cuando se queda dormida y haces cosas idiotas por ella sin esperar nada a cambio. No voy a enfangarme más en este párrafo, porque no viene al caso. Son estados del ser humano sobre los que personas muchísimo más capaces que yo han escrito toneladas de papel.
El caso es que mi amiga dijo:
–“¿No sería estupendo que un amante te mirara fijamente a los ojos y te dijera: no te quiero?”.
Me quedé bloqueado.
-“Pero eso sería muy rudo. Muy crudo”.
Ella reflexiono:
-“¿Es mejor decirle que su arroz es bueno? Si no le dices que su arroz es malo ¿cómo va a tener la oportunidad de mejorarlo?”
De golpe se unieron los puntos con la conversación con mi amigo:
-“El amor no tiene que ser un trato, un intercambio comercial justo. Eso no es amor. El verdadero amor solo busca amar. El verdadero amor solo se alimenta de la sensación de estar enamorado, del orgullo de saberse capaz de amar, de la poderosa sensación de estar enamorado, aunque haya dolor por no ser amado de vuelta”.
Así que de golpe me imaginé a la gente diciéndose “no te quiero”. Me imaginé a un tipo enamorado al que después de una noche de sexo fantástico para ambas partes, una noche en la que él cree haberle hecho el amor a ella, pero ella piensa que han follado magníficamente (una cosa no tiene porque ser necesariamente mejor que la otra). Y él, la mira y siente que está en llamas. Y ella le mira dulcemente y le dice “no te quiero”. El tipo está dolido, pero tal vez sepa apreciar la verdad desnuda. Y vuelva otra vez a la mujer sincera. Y una y otra vez recibirá un sincero “no te quiero”. Tal vez el “no te quiero” se convierta un día en un “te quiero”. O tal vez nunca pase. En cualquier caso, tendrá la verdad. No habrá espacio para la duda o para creencias equivocadas.
Alguien podría decir: “si le dices que su arroz es malo, puede que se desanime y deje de hacer arroz”. Y alguien podría decir: “si no le dice que su arroz es malo, nunca intentará hacerlo mejor”. Visto así, un “no te quiero” resulta muchísimo más considerado que una silenciosa sonrisa e infinitamente mejor que un falso “pues a mi me ha gustado”.
“Tu producto es una mierda porque el servicio de atención al cliente es una mierda. No respondes a los correos, no me dieron lo que quería”. Con eso se puede hacer algo. Con una silenciosa sonrisa, no.