Esto fue lo que acabó con el negocio más antiguo de la historia

El Japón conviven principalmente dos religiones: el shintoismo y el budismo. Ambas religiones pueden vivir juntas debido a que son perfectamente compatibles y parte de sus ideales se basan en el respeto hacia lo ajeno.

Primero fue el shintoismo, sin embargo desde hace unos quince siglos el budismo ha ido cogiendo fuerza en el país del sol naciente hasta ser la principal creencia religiosa.

Sobre el año 578 d.C., un inmigrante coreano de ascendencia japonesa, llamado Shigemitsu Kongo fue invitado por la familia imperial japonesa. El budismo estaba cogiendo mucha fuerza en el país y a pesar de que el emperador quería construir varios templos budistas, no tenía experiencia en hacerlo. Por lo que se fueron más allá del mar del Japón a buscar a expertos que sí lo hicieran. Shigemitsu Kongo era uno de ellos. 

Kongo, que al parecer no tenía un pelo de tonto, vio la oportunidad al vuelo. El crecimiento del Budismo en Japón estaba siendo explosivo. Sabía que podía hacer mucho dinero construyendo templos en esa región.

Al poco tiempo Kongo fundó su empresa, llamada Kongo Gumi. Esta compañía alcanzó los 1.428 años de vida hasta que llegó a su fin en la pasada década.

La constructora Kongo Gumi recibía cerca del 80% de sus ingresos a través de la construcción de templos todavía en el año 2004. Y estos ingresos ascendía a más de 60 millones de dólares.

Volviendo un poco más atrás, a la década de los 80, nos encontramos a un Japón en plena ebullición económica. Los americanos, de hecho, estaban bastante amedentrados ante el crecimiento nipón. No es para menos, se estaban comiendo el mercado y parecían imparables. Sin embargo, resultó ser una burbuja. Y de las gordas.

La burbuja japonesa se extendía a muchos activos. Desde inmobiliarios, hasta financieros. La zona que componía el palacio imperial en Tokyo llegó a tener un precio estimado superior al de todo el estado de California. Por otro lado, el Nikkei en sus máximos de por aquel entonces llegó a estar a más de 38.000 puntos. Casi tres décadas después está en 17,000 puntos. Menos de la mitad y gracias en parte al “Abenomics”.

Palacio imperial de Tokyo

Durante la burbuja, y como en casi toda burbuja, el crédito era fácil. Los bancos lo daban como si de caramelos se tratara. Las compañías japonesas se endeudaban más y más. Era como una droga. Y el que no se subía al carro es que se lo estaba perdiendo. Vamos, más o menos como en España hace una década. Kongo Gumi no iba a ser menos y también se endeudó hasta las trancas.

Sin embargo la burbuja, como todos sabemos, estalló. El precio de los activos se vino abajo. Muy abajo. A muchas empresas sólo les quedaron un montón de deudas. Kongo Gumi como es razonable (¿o irrazonable?) no supo prever la situación y llegó al punto de endeudarse aún más sólo para pagar los intereses de las otras deudas contraídas.

Al final, el desenlace es el que cabía esperar. Los ingresos de Kongo Gumi flaquearon en el año 2006 y la empresa se vio forzada a la liquidación. Quebró con más de 1.400 años de historia. 

Kongo Gumi había sobrevivido a los diferentes gobiernos japoneses. A terremotos de 8,0 grados o más en la escala Richter. A los shogunes y a la Restauración Meiji. Sobrevivió a la IIª Guerra Mundial, al bombardeó de Tokyo y a dos bombas atómicas.

Pero lo que acabó finalmente con esta empresa milenaria fue la deuda.

¿Hay algo que sobreviva a la deuda?

El ejemplo de Kongo Gumi nos dice muchas cosas. Una empresa milenaria se vio obligada a cerrar por el exceso de deuda que tenía. Por lo que, ya sea una persona, un gobierno, una empresa o un banco, si en su balance hay una montaña de deuda, es más que probable que el desenlace no sea bueno. Pueden pasar años o décadas, pero la cosa no acabará bien.

Los países occidentales está exageradamente endeudados. Obviamente algunos más que otros. Y sobretodo, las economías de unos son mucho más potentes que la de otros. No es lo mismo el endeudamiento de EEUU, que el de Italia o España, claramente.

Pero, ¿qué hay de España? 

España SA lleva muchos años endeudándose sobremanera. A día de hoy tenemos un 93% del PIB y la cosa no parece que vaya a ir a mejor. La principal razón es que la economía es insostenible. Gastamos bastante más de lo que ingresamos. Lo que conlleva a que debamos endeudarnos más y más.

Existen problemas como que la edad de jubilación sigue siendo la misma que hace cuarenta años, pero que sin embargo se ha incrementado en varios años la esperanza de vida y sobretodo hay bastante menos gente activa.

Aún así, no me parece que este sea el principal problema que tenemos. Es algo mucho más profundo, endémico y cultural. Y por eso es probable que España cada día sea una empresa más insostenible.

Se llama fraude.

Está en todos los niveles de la sociedad. Generalmente nos enteramos de él a través de los políticos. Por supuesto, al ser la representación del pueblo deberían ser mucho más pulcros y honorables con estos temas. Pero por desgracia, muchos políticos han manchado el nombre de esta profesión. Y aunque estoy seguro que habrá de honrados (no hay que generalizar), hoy en día ser político tiene una connotación muy negativa. Y con razón.

Pero no sólo roban los políticos. Debemos ser autocríticos y aceptar que el español, de media, también defrauda lo suyo. Quien más quien menos ha hecho o recibido pagos en “B”. Si se escapa de pagar más IVA es el listo del barrio.

No existe una cultura de pago de impuestos como algo positivo. Sino más bien como algo muy negativo. Con los impuestos nos roban. Y punto.

Da igual que alguno de nuestros padres, o los dos, estén recibiendo una pensión. Que un familiar haya tenido un tumor y le hayan tratado con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Que pueda ir a trabajar cada día sobre una carretera y no por encima de un camino de cabras. O en un metro. O en un tren. O en un autobús. Que hayan policías y bomberos. Que se recoja la basura todas las mañanas. Que hayan escuelas y universidades públicas.

De eso muy poca gente se acuerda a la hora de pagar impuestos. Porque no está en nuestra cultura. Por ello, la economía sumergida en España es enorme. Y cada vez que el gobierno aumenta la presión fiscal, dicha economía sumergida se agrava. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Es casi imposible pronosticar la evolución de la economía española. Pero con el nivel de endeudamiento que tenemos, no creo que sea algo bueno. A pesar de que sea unos de los países de la UE con mayor “crecimiento”, algunos datos macroeconómicos que tenemos dan miedo. Como el paro o la deuda. Y el problema no pasa por intentar ingresar más mediante impuestos, sino por concienciarnos de lo que cuesta realmente el llamado “estado del bienestar”.

Esto es muy complicado porque no es un trabajo de un año o dos. Sino de generaciones enteras. Pasa porque los ciudadanos estemos más educados en este sentido y seamos más responsables. Aún es más complicado si semanalmente tenemos una noticia nueva sobre corrupción política. El ciudadano piensa: ¿Para qué voy a pagar yo impuestos si luego los políticos los roban?

Japón va a llevar casi tres décadas de estancamiento económico. La economía española hoy en día no se diferencia mucho de la nipona. Un elevado grado de endeudamiento. Población envejecida. Tasa de natalidad muy baja. Incremento del gasto público año a año.

Por ello, creo que la deuda pública en España irá en aumento y cada vez será más insostenible. Los desequilibrios macroeconómicos ahora mismo son feos. Muy feos. No me parece que la solución a medio o largo plazo pase por subir el IVA al 32%, por ejemplo.

Acerca del autor

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Mi nombre es Silvia Guijarro.

Soy editora jefe en Autorizado Red. Me encanta escribir textos, especialmente si son sobre economía y finanzas.

Curso estudios de Economía y Finanzas por la Universidad de Deusto.

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